viernes, 22 de junio de 2012

EL POLIDEPORTIVO

En la sociedad argentina, cuando se discute quién fue el más grandioso deportista de nuestra historia, los nombres no son otros que Maradona, Fangio, Monzón o De Vicenzo. Pero en esa eterna discusión y su imposible resolución, a nuestro folklore se le escapa un personaje, casi mítico, de otro y de todos los tiempos, que los juegos del destino han hecho olvidar por la cultura popular. Aquí les presento a Charlie Menditeguy.

 EL POLIDEPORTIVO 

 “Usted jugó mal”, acusó un niño prepotente de apenas diez años a una persona sesenta años mayor que él, que se encontraba en un partido de cartas en un salón del Mar del Plata Golf Club.

 Ese niño estaba observando desde hacía quince minutos la metodología del juego Corazones, y le bastó ese tiempo para sentirse capaz no sólo de jugarlo sino de juzgar a quienes lo hacían, según él, incorrectamente. El pequeño era Carlos Menditeguy, que se convertiría con el paso de los años en el más habilidoso para el deporte y los juegos que la Argentina haya concebido jamás.

 De una rancia familia aristocrática de origen vasco francés, “Charlie” tiene en su currículum deportivo el haber sido campeón y handicap 10 en polo, automovilista excepcional, scratch en golf, campeón nacional de squash, gran jugador de tennis y pelota paleta, notable esquiador, entre otras disciplinas.

 Su actitud innata de competición y desafío, su fuerte temperamento, el saberse bueno en cuanto deporte practicase, y su egolatría hacían de su personalidad muy conflictiva. Su sobrino Alejandro Menditeguy recordó: “El tenía una personalidad un poco fuerte. Se tenía una fe bárbara. Y había gente que le molestaba su manera de ser”.

 En épocas de colegio se destacó en el fútbol y en el tenis, deporte en el que llegó al sexto lugar en el ranking individual y tercer lugar en pareja con su hermano Julio .Los hermanos integraron el mítico equipo de El Trébol que ganó cuatro veces seguidas el Campeonato Abierto de Polo desde el 40 al 43, años en los que Charlie había llegado a handicap 10, el cuarto argentino hasta ese entonces de la historia en hacerlo. “El Dotado”, como lo bautizó la revista “El gráfico” del 12 de marzo de 1954, volvería a ganar el abierto en el 54, 56 y 60.

"Todos actuábamos para el Trébol. Cada uno en su modalidad puso al servicio del team lo mejor, con ausencia absoluta de si mismo.”, declaró Charlie para esa revista.

 Menditeguy era un playboy viajero que practicaba el deporte por diversión y autosuperación.

 A principios de los años 40 aceptó, en medio de discusiones entre amigos sobre cual era el deporte más difícil, una apuesta por una buena suma de dinero en la que aseguraba que se haría, en menos de un año, scratch en golf, deporte al que le restaba complejidad con respecto al tenis. Y así lo hizo: Se entrenó con el profesor Emilio Serra e igualó el par de la cancha en el Abierto del Sur para aficionados, lo que significaba transformarse en scratch Al año siguiente jugó el mismo torneo y lo ganó, batiendo el record en golpes, marca superada años después por los destacados golfistas Juan Segura y Jorge Ledesma.

 “Lo más impresionante es que en los diarios y revistas figura que él era 5 de handicap y que llegó a scratch en un año. Y no era verdad. El era 10 de handicap y se hizo scratch en 6 meses. El mismo Serra me lo contó personalmente”, aclaró su sobrino.

 Su debut automovilístico fue una victoria en el 48 en Mar del Plata con una Ferrari de 2 litros. A partir de allí fue alternando, fiel a su estilo de aficionado, entre la Fórmula Uno y el Turismo Carretera. En Fórmula 1 compitió, entre otros grandes automovilistas, con el campeón Juan Manuel Fangio y participó en 11 GP. Subió al podio en el disputado en la Argentina en el 1957. Fue ese el país en el que más GP participó y en el que mejor le fue, ya que en Europa, todas sus actuaciones terminaron en abandonos por averías mecánicas, a excepción de Italia, país en el que termino quinto.

 Las palabras de “El Chueco” lo inmortalizaron: “Reutemann no fue campeón porque no pudo. Menditeguy porque no quiso”.

En TC gano seis carreras: En el 56 y 59 en Olavaria; En Arrecifes en el 59; La Vuelta Sierras de Córdoba y la Mar y Sierras del ´62 y la Vuelta de Tres Arroyos del ´66. El infortunio, o quizás, para muchos, la filosofía de ‘matar o morir’ de Charlie, le impidió ganar el Gran Premio del 60 y el 63. El primero ya teniendo las tres primeras etapas en su haber, y a punto de romper el record ya que nadie había ganado 4 parciales consecutivos, cuando a 20 kilómetros de la meta se le cortó un palier. En el último llegando como líder se le quedó el motor a quince kilómetros de la llegada.

 “Saque un poco de nafta del tanque, vuélquela sobre el auto y préndale fugo ¡Quémelo, Linares, quémelo!”, estampó Menditeguy esa frase que quedará grabada por siempre en el ambiente del automovilismo.

 Menditeguy murió el 28 de abril de 1973, con un mal de Parkinson ya avanzado y con secuelas de los accidentes que sufrió como automovilista.

 ECOS DE FAMILIA

 Alejandro Menditeguy, hijo de Julio y sobrino de Carlos, compartió gran parte de su vida con los dos, y presenció desde pequeño sus vidas deportivas.

 De apariencia física muy similar a la de su tío, Alejandro niega que haya existido rivalidad entre los hermanos. Todo lo contrario. Afirma que se tenían admiración mutua y que eran los hermanos más unidos que podría haber habido. Agrega que a lo largo de la vida de su tío, su padre fue la persona más cercana a él.

  El accidente sufrido por “El dotado” mientras competía en Sebring, Estados Unidos, fue, para su sobrino, una de las causas de su muerte en el 73. En ese siniestro salió despedido de su auto dando varios tumbos y permaneció en terapia intensiva por tres meses.

Se sorprende al recordar que dos meses después de haber salido de coma, el piloto viajó a Bariloche durante un mes para entrenarse y recuperarse, y en medio de la rehabilitación ganó en esquí el Huemul de Oro, premio máximo otorgado a quienes bajan desde la punta de la montaña en un tiempo determinado.

“Era un tipo que se ponía una cosa en la cabeza y no paraba. Ese mismo año ganó el Campeonato Abierto de Polo”, agrega.

Sus triunfos simultáneos en distintas disciplinas no terminaron ahí. Alejandro se enorgullece al contar que el mismo día que “Charlie” ganó el Abierto de Polo en 1960, anotando los 7 tantos en la final para su equipo “El Trébol” y donde volvió a subir por última vez a handicap 10, corrió la primera etapa de GP de Buenos Aires y la ganó.

 “Volvió a su casa después de ganar el Abierto, se cambió de ropa y se fue a correr a medianoche el GP.” 

-¿Cómo hacía, con su fama de playboy, para mantener su primer matrimonio con Clara Leloir y el segundo con Julia Vergara? 
“Era bastante egoísta. Hacía su vida. Con Clara se querían mucho, eran muy amigos, pero no funcionaban como matrimonio. Y él se casó con Julia ya más grande, más tranquilo. Ella podría haber sido su hija. No era bachiller cuando se conocieron.

 -¿Su vida social influyó en su performance en el deporte?
“Era un tipo de una vida muy metódica. No le gustaba acostarse temprano. Casi no tomaba. Se levantaba tarde y hacia mucha vida social. Salía mucho con mujeres. Pero como le habrá gustado el TC que tenía que levantarse a las seis y media de la mañana para correr. Eso cambiaba su ritmo de vida. Le divertía. El TC era muy popular en esa época. El Gran Premio lo vivía todo el mundo. Te subías a un taxi y estaba el chofer escuchando el GP. Además, en el interior, como Catamarca, La Rioja o Tucumán, la gente se volvía loca. Caían estos tipos con esas máquinas y eran dioses.”

 Al consultarle de donde provenía tanta facilidad para los deportes, Alberto explicó que ya desde chico su abuelo mandaba a Carlos y a Julio a pasar el verano en el campo, ubicado sobre la ruta 7, pasando Carmen de Areco. Desde diciembre a marzo andaban a caballo, aprendieron a domar, a hacer arreos. Cuenta que tenían que ir de un campo a otro en recorridos de hasta mil kilómetros arriando caballos por caminos de tierra y que dormían en la intemperie junto con los demás arrieros. “Ahí aprendieron a conocer el caballo y a tener feeling con él. Es por eso que les costó muy poco el polo. Y una cosa fue llevando a la otra. El timing es el mismo en todos los deportes. Y el tennis y el golf tienen un swing similar al del polo.” agrega.

 Alejandro asegura que en los últimos años de su vida, “Charlie” sufrió mucho, ya que consumía drogas muy fuertes para controlar la enfermedad.

 “Pero tuvo una vida que la vivió a fondo”, concluyó.

LA LEYENDA

 Su porte y capacidad inspiraban en los demás un “cocktail” de admiración y envidia. La preponderancia que lo caracterizaba, el reaccionar de inmediato cuando escuchaba algo en lo que no estaba de acuerdo, su espíritu sanamente combativo y competitivo para demostrar sus dotes, hacían de Menditeguy una persona cuyo aura encandila.

 Su mecánico preparador Tito López, citado por el periodista Guillermo Blanco en la revista Serie 1, lo describió: “Carlos era un caballero que no le hacía sentir a uno su linaje, y trataba de usted a casi todos pero anteponiendo el Che. A mi me quiso como un amigo de años, y hasta me tuteó”.

 De vestimenta impecable, el pelo tirado para atrás y un fino bigote del largo de su boca, las mujeres no tardaban en rendírsele. Famoso el episodio en el que no acudió a los entrenamientos ni al Gran Premio de Fórmula Uno de Montecarlo por pasar unos días en la Costa Azul con la actriz Brigitte Bardot, con quien, según su sobrino, convivió bastante tiempo.

 A pesar de esas escapadas, Menditeguy era un apasionado por las carreras y conducía como si se le estuviera hundiendo el camino a espaldas suyas. El escribano Juan Martín Mendez Peralta Ramos, que escribió sobre el en una página de Internet sobre automovilismo, lo recuerda como “Temperamental, fondeador desde el principio al fin.”

 “Yo escuchaba la trasmisión de sus carreras por radio, y unas cuantas veces fui a verlo. La gente lo adoraba, Era muy querido por todos.”, agregó.

Alejandro Menditeguy, que lo conocía puertas para adentro, dijo: “Era tremendamente supersticioso, como casi todos los automovilistas. En esa época no habían autos de color verde ingles, ya que en esa época los autos ingleses sufrieron terribles accidentes con muchas muertes. Charlie creía en esas cosas”.

 No sólo un mito como Juan Manuel Fangio, habló sobre él. El legendario golfista Roberto de Vicenzo, se refirió a el como “un tipo buen mozo, elegante, insistente. Pero simpático y cordial”. Además, calificó la famosa apuesta como un “record mundial”. “Menditeguy tenía un juego consistente, control y dominio de las facetas del golf. Por lo demás. Era creído, orgulloso: Yo antes que nada, yo el mejor de todos”, sentenció el “Maestro”.

 El lema dice “Vive cada instante como si fuera el último. Porque el ayer no te pertenece, el mañana es inseguro, y sólo el hoy es tuyo”. Menditeguy vivió múltiples vidas en una sola. Un convencido de que la vida no se mide en años, que los límites los fija uno mismo, un super – hombre que embistió la frontera de las posibilidades.

 Mejor definición nos da Guillermo Blanco en su nota sobre “Charlie”, en la revista Serie 1, citando al periodista Carlos Marcelo Thiery:

 “A don Carlos Menditeguy la vida tuvo que tomarlo por la espalda para que la muerte pudiera arrojarlo contra la eternidad, eso fue todo. Ninguna de las dos, de cualquier forma, logró enseñarle cómo se hace para perder. Y ni siquiera en la misteriosa frontera que las une y las separa claudicó con su obstinación por ser un invicto permanente, un deportista completo, un hombre – leyenda, un tipo de sobre humana facilidad para triunfar en todo. No claudicó ni fue derrotado aún en su propia muerte física, porque a partir de ella sigue siendo mucho más aún.”

 O quizás mejor definición nos brinda en su publicación de la revista Evo Racing sobre Menditeguy el periodista Sergio Nuñez citando, a su colega Alfredo Parga: “En una de esas, todo puede medirse antes o después de él. El antes lo vendría a iluminar ese formidable superdotado. Al después, lo barnizará una suave melancolía que razona que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, puede llegar a ser casi perfecto”.

 Francisco Ledesma

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